Una batería que no es tóxica y no requiere reciclaje: exactamente en este tipo de acumulador están trabajando los científicos de los laboratorios suizos Empa. Su batería se puede imprimir en una impresora 3D y actualmente puede alimentar, por ejemplo, sensores de temperatura durante varios días.
Sensores de temperatura, teléfonos inteligentes, portátiles, pero también automóviles eléctricos o camiones eléctricos. Todos estos dispositivos y muchos otros que son parte de nuestra vida cotidiana necesitan una batería para funcionar. A medida que se incrementa la cantidad de estos dispositivos, también aumenta el desecho electrónico. Como muestra la investigación de los científicos, en el futuro, al menos para algunos dispositivos, podrían funcionar como baterías hongos especiales que se descomponen al final de su vida útil.
El desarrollo de baterías de este tipo está siendo llevado a cabo por científicos en el instituto Empa en Suiza. Dentro de su proyecto de tres años, lograron crear una batería que utiliza dos tipos de hongos como una especie de célula de combustible microbiana. Esta, por supuesto, probablemente nunca funcionará como sustituto de las baterías en vehículos eléctricos, los cuales necesitan almacenar una cantidad aún mayor de energía que la que los científicos han podido crear en el laboratorio.
Su célula, que utiliza el metabolismo de dos tipos de hongos, actualmente puede alimentar durante varios días sensores y detectores que requieren muy poca energía. En un experimento, un sensor de temperatura fue alimentado durante varios días, pudiendo ser utilizado prácticamente, por ejemplo, para medir la temperatura y humedad en la agricultura, así como en la investigación del aire.
Los científicos actualmente están trabajando para que la batería, o más bien “célula de combustible microbiana”, como los autores la denominan, sea capaz de proporcionar energía durante mucho más tiempo y prolongar así su vida útil. Del mismo modo, más investigación podría aumentar también el rendimiento que actualmente entrega esta "batería".
Luego, los científicos imprimen la célula en una impresora 3D, lo que presenta más desafíos. Según el jefe del laboratorio de materiales celulósicos y de madera, Gustav Nyström, es muy difícil encontrar un material donde los hongos tengan suficientes nutrientes y crezcan bien. Sin embargo, los científicos lograron esto mezclando hongos directamente en la tinta de impresión. Otro desafío fue el proceso de extrusión de la tinta durante la impresión para evitar que las células se destruyan por altas temperaturas.
La mayor ventaja de las baterías de los científicos suizos es, en contraste con las que se usan comúnmente hoy en día, la ausencia de cualquier toxicidad. La batería también es biodegradable al final de su ciclo de vida, por lo que no es necesario abordar su reciclaje.